Me le paré enfrente, cosa que me viera bien
y con voz firme (sin autoritaria) le dije:
te me vas para adentro inmediatamente
y te me portás bien
y calladito la boca
y ahí te quedás
por lo menos hasta que yo te diga.
Me obedeció
y entró corriendo
derechito por donde había salido
y cerró solito la puerta.
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