Por Ana Cecilia Adjiman Gache
Marga se reía mucho cuando yo le decía que tenía que hacer una muestra de todos sus collages-objeto que habitan su casa, era mi afán para que más personas pudieran disfrutar su arte, su mirada.
Con el tiempo me di cuenta de que el mejor lugar para conocer sus creaciones era su casa, ahí todas las cosas están vivas, se pueden tocar, ver, preguntar. Se comparten colectivamente, ella las armaba con lo que iba encontrando, con lo que le íbamos regalando.
La veo mirar un objeto con la misma pasión que nos leía un texto. Su voz tenía textura, áspera y cálida, como sus maderitas intervenidas. Áspera como las tijeras censurando las sombrillitas en pleno macrismo, tijeras en un cuaderno, después recortadas y pegadas en maderas. Cálida como los pajaritos encontrados en las últimas maderitas, maderitas corroídas por la humedad y el tiempo.
Áspera cómo la cara de los alebrijes collageados, enojados, por la pandemia, por algo que no lograba dilucidar. Cálida como sus fondos acuarelados.
Me acuerdo cuando me dijo “quiero aprender a dibujar” y yo pensé, “pero si ya sabe”, y ahí empezó un diálogo no sólo de ella con el dibujo y otras técnicas, sino un diálogo entre nosotras sobre las semejanzas de los procesos de creación en la escritura y en el dibujo o el collage.
Marga iba de técnica en técnica con asombro y humildad, con un “no te lo puedo creeeerrrr”.
Marga antes de empezar a venir a mi taller era una artista visual, pero por suerte era más que eso, era una artista en todos los sentidos.
Marga apareció en mi vida para profundizar la idea que me venía dando vueltas de que no importa el soporte, que el arte es acción y es con todo el cuerpo, se pinte, se escriba o se haga performance.
A Marga la conocí en una función de Caballo Loco (Amigo de Toro Sentado) y recuerdo que me emocioné hasta las lágrimas y pensé, estas mujeres conjugan todo lo que amo, y las amé sin conocerlas hasta que la vida me las trajo de nuevo. A Marga como mi maestra de escritura, después como mi alumna de taller de arte y después como compañera de Avive Cía. de Inventarios junto a Mau Nadaja y Daniela Massanet.
Marga me hizo mejor docente, ella sacaba lo mejor de las personas a pura puteada y abrazo, a pura pregunta a puro “no se entiende una mierdaaa” cada vez que hacía falta, “vamos de nuevo, pensemos juntas. Inventemos para no perdernos que es ahora o nunca”.
Cuando digo que Marga era una artista visual lo digo desde la confirmación de que la palabra pasa y sale por el cuerpo, que la palabra es una línea que nos atraviesa, es un movimiento así como el lápiz o el pincel dibujan sobre una hoja, y ella empezaba dibujando algunos de sus tantos objetos, pasaba por la acuarela, el collage y volvía a la palabra.
Marga era la dragona blanca de Ciruelo como le dijo Tony, su nieto. Dragona abuela que en cada línea le expresaba su amor, dragona eterna como la línea, que como me dijo “ya sabés, la línea es infinita”.