Por ejemplo, ahora: en vez de ver el gran rumbo de la Historia, veo la enorme pinza con su tentáculo pterodáctilo temblando amenazadora sobre la línea de plomo.
En vez de ver el Gran Rumbo de la Historia pienso en la falta de armonía de la disposición gráfica del texto.
Porque la línea que la pinza iba a extraer no me nombraba sólo a mí.
Contenía restos, fragmentos de otros nombres, amputaciones de otras personas.
En una línea de texto cabe más de un nombre.
Yo pensaba en que no podía ser, en que yo no podía permitir semejante vacío en la Historia, ¿quién calmaría el blanco de la línea en el texto de la Historia?
Sé que por esas épocas, yo no pensaba. Me quedaba distraída mirando un accesorio, y después -súbitamente- urgida por el afuera, presionada por debes dar una respuesta, TU RESPUESTA AL MUNDO, decía.
Decía lo que me mandaba el detalle, un verdadero accidente de la historia, nunca el ser, la cosa en sí, sólo la pinza sobre la indefensa línea de plomo.
Cualquier pueblo que se precie tiene un loco, un puto y un comunista, se gritaba por entonces.
El comunista era mi profesor de historia en la secundaria.
Mascaba chicle mientras daba clases. Decía que era por un problema en el estómago. Y tenía un extraño sistema de calificaciones. A cada intervención del alumno, un palito en la libreta. Después sumaba los palitos. Era bueno tener muchos palitos.
Se reía de costado, con el chicle en la boca, con el problema en el estómago.
Yo ya había terminado la secundaria. Había entrado a trabajar en el diario del pueblo. En La Voz de Rojas. Ahora me doy cuenta de que todos los pueblos tienen también un diario que se arroga ser la voz del pueblo entero.
Usaba un guardapolvo rosa todo enchastrado de tinta. Entraba y salía con el guardapolvo rosa.
También entraban y salían los gobiernos en el país, y cada uno hacía su aporte.
El que había entrado en ese momento era un general. Un general de bigotes con cara de poca paciencia. Onganía.
Parece que el general Onganía había dispuesto dar caza al comunista de cada pueblo. Cada pueblo, un coto y no importa si era o no, época de brama. Menos aún que la especie corriera peligro de extinción.
Allí donde se lo ubicara, dentro o fuera de su reserva, tiro al blanco contra el comunista.
El yin y el yang.
Cada pueblo tiene su comunista, y cada comunista tiene su espía.
Cinco minutos antes de que llegara la partida, el profesor comunista Ariel Labrada subía por una columna al techo de la galería, y desde allí a los techos de los vecinos, y desde ellos, a una madriguera secreta.
Lo amparaba Fuenteovejuna.
El general Onganía decidió que con él no se jugaba.
¿No aparece el comunista? Pues bien: igual se lo expulsa del cargo.
A la escuela llegó la orden. El profesor Labrada no era más el profesor de Historia. A partir de este momento, no más comunistas para contar la Historia de la Argentina.
Dos o tres amigos del profesor comunista se animaron a asomar la cabeza fuera de la cueva. Agarraron un papel y con máquina de escribir le pusieron el encabezamiento: SOLICITADA.
Y abajo.
"Los abajo firmantes SOLICITAMOS que el Profesor D. Ariel Labrada sea restituido a su cargo. Siguen firmas."
Un compañero del diario y yo estábamos ese día a esa hora en la puerta del diario. Es muy importante este lugar. Estábamos en la vereda, pisando las baldosas de la vereda, justo las baldosas inmediatas a la puerta del diario.
El compañero y yo habíamos sido alumnos del profesor comunista.
El compañero y yo firmamos la SOLICITADA.
Nunca nunca nunca antes en mi vida (ni siquiera a mi madre) había escuchado gritar de tal manera. Es más: hasta ese momento creía que nadie podía gritar de tal manera.
El cuerpo entero del director del diario gritaba por todas sus pieles.
Aquél cuerpo obeso, ridículo, deforme se agitaba en espasmos incontrolables y gritaba con las manos, con el pecho, con los ojos, con las cejas peludas, hasta la ropa le gritaba.
Nunca nunca nunca antes en mi vida pensé que yo podría ser gritada de esa manera. Tanto gritó ese hombre que terminó volviéndose irreal. Fue como caer en un tanque de agua helada y no saber nadar. Al principio se siente el dolor y después, en el fondo, ya no se sabe si uno está muerto o vivo. Se flota en lo que nunca se vio. Hay otro mundo allí y uno no tiene nada que ver.
Me exigía que retirara la firma. Que un diario peronista como el de él no iba a tolerar que una empleada le firmara una solicitada a un comunista.
Yo miraba la página de plomo. Y sobre la línea en cuestión, la enorme pinza de acero brillante,la pata de pterodáctilo con sus dos garras, el acero quirúrgico listo para extirpar el órgano pútrido tiembla de emoción la garra está dispuesta a fagocitarse el plomo come plomo la pata del bicho no le teme al saturnismo.
El linotipista ya armó la página, ya la tiene armada, línea por línea la armó en la linotipo. Desde esta mañana la está armando. Fundió el plomo del día anterior, escribió la página nueva, con la misma pinza (pero en amorosa función, la pinza abrazaba a la línea y la línea se dejaba hacer) fue armando el texto una frase a continuación de la otra en cada frase uno poco más de sentido el mundo.
Y ahora... esta bestia quiere sacar una línea y para colmo en esa línea, si bien está mi nombre completo, ahí dice Margarita Roncarolo, también dice Ela S., y más adelante termina con
y Darío P.
¿Qué va a pasar con Marc y Lido? ¿Adónde los van a llevar? ¿Qué va a ser de sus cuerpos? Los van a cortar en pedazos
Túpac Amaru Condorcanqui quedó TuAmConqui uno para cada lado caballos había cuatro los conquistadores no escatimaban caballos para eso se los habían traído en los barcos pensar que mi tío fue toda su vida domador de caballos ahora entiendo esa pasión toda la vida un subversivo.
Ya me distraje nuevamente me tengo que concentrar tal vez éste sea un momento decisivo en mi vida tengo las manos tan sucias mirá el guardapolvo mi amigo va a retirar su firma se está por casar está bien que con esa mina todos dicen que es puta la puta del pueblo bah no la única, hay otras, pero ellos se quieren, por qué se meterán (años después va a morir de cáncer -ella- ) mi amigo retira la firma aduce que se va a casar, me aduce, los muebles y esas cosas, yo no vislumbro matrimonio a la vista nada por aquí nadie por allí casarse es una buena razón para retirar las firmas (yo me iré a casar recién dentro de diez años) entonces hice bien en no retirar la firma
ahora sí que estoy casada y todavía no sé qué voy a hacer de comer esta noche y a este perro qué le pasa.